Pequeñas Luciernagas

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martes, 25 de octubre de 2011

Unos ojos que lo dicen todo..

.. y una boca que no dice nada.. 
Así es como me siento, pretendo decírtelo todo con la mirada, a sabiendas que es imposible.. No puedo abrir la boca, pues delante tuyo nunca me salen las palabras, tan sólo tímidos monosílabos logran trepar por mi garganta y lanzarse al vacío y estos jamás serían capaces de expresar algo tan fuerte, tan bello..
¡ay! si supieras todo lo que pasa por mi mente, si pudieras interpretar mis miradas, tengo tanto que decirte y no consigo llenarme de valor para hacerlo,siempre tan cobarde.. Miedo, miedo es la palabra que describe esta situación, miedo a que no me entiendas, a que no sientas lo mismo, miedo a tu reacción, a que no seas el hombre que creo que eres, miedo a desilusionarme y volver de golpe a la realidad.

lunes, 10 de octubre de 2011

Destiny.

Mi cuerpo te busca por cada rincón de esta ciudad. Ya no estás cerca, lo siento. Es difícil disimular, y hacer como si mi volcán interior no estuviera a punto de estallar. Aprieto la boca, pues cada vez es más difícil callar esto que siento. Es difícil saber que tus manos, tu pecho, tus piernas, tus labios aún no son míos. Cada vez es más difícil, cada día te necesito más y echo en falta eso que tantas veces soñé. Sueños que algún día se cumplirán, no me preguntes por qué, no tengo respuesta, tan sólo sé que tarde o temprano ocurrirá.

sábado, 1 de octubre de 2011

Amores que matan.

Entre a mi habitación corriendo, los ojos empeñados por las lágrimas apenas me permitián ver las cosas que iba echando a la vieja maleta grisácea y descolorida… la luz amarillenta de la mesilla apenas alumbraba y lo hacía todo mas triste aún… a toda prisa metí las cosas imprescindibles, necesitaba irme de allí lo más pronto posible, las paredes, el suelo, las ventanas, cada mueble, cada foto…todo me recordaba a él, y justo eso es lo que quería remediar… cerciorándome de que él aún no había llegado a la casa salí a toda prisa hacia el salón, cogí las llaves del viejo mini y arrastrando la maleta hasta el coche me fui… no tuve valor de llamarlo y explicarle el porqué de aquella decisión tan drástica, no fuí capaz de hacerlo ni por sms, ni siquiera dejarle una nota en la mesa del comedor, lo máximo que pude hacer fue escribirle en aquella pizarra colgada en el frigorífico: “No me llames.” 
No podía, no quería hacerlo, lo único que quería era desaparecer de aquel sitio que tantos recuerdos me traía, alejarme de aquella casa, complice de tantas noches de pasión, testigo de nuestro amor incalculable e interminable, o eso creíamos… Y lo hice, me aleje de allí lo máximo que pude, lo que mi escaso dinero en metálico y la gasolina del coche me permitieron..
 Apagué el móvil y reinicié mi vida.