Acurrucada entre aquellas mantas color verdoso iba abriendo los ojos, mientras me daba cuenta de que tú no estabas a mi lado.. Nerviosa te busque con la mirada por los alrededores sin encontrar respuesta.. Alcé la vista al horizonte y allí estabas, sentado en una silleta de playa con aquella vieja caña de pescar que te dejó tu padre.. Tu cuerpo parecía esculpido en el horizonte, pequeña obra de arte.. No pude evitar suspirar al encontrarte. Y cómo si te hubieras percatado de que te estaba observando te giraste hacia el coche y desde lo lejos, con la mano alzada y una sonrisa que iluminaba aquella pequeña calita gritaste: ¡buenos días pequeña!
Cómo me gustaba que me llamaras así, como amaba tu forma de hablar, tu voz..
Te levantaste al segundo y corriendo viniste hacía mí, te paraste en seco y me besaste, sentí que teníamos el mundo a nuestros pies, que eramos los dueños de todo aquello, y que esto jamás acabaría, eramos eternos.. Nuestro amor era eterno..