
Y cómo si te hubieras percatado de que te estaba observando te giraste hacia el coche y desde lo lejos, con la mano alzada y una sonrisa que iluminaba aquella pequeña calita gritaste: ¡buenos días pequeña!
Cómo me gustaba que me llamaras así, como amaba tu forma de hablar, tu voz..
Te levantaste al segundo y corriendo viniste hacía mí, te paraste en seco y me besaste, sentí que teníamos el mundo a nuestros pies, que eramos los dueños de todo aquello, y que esto jamás acabaría, eramos eternos.. Nuestro amor era eterno..